Ni el peor de los días tiene más de veinticuatro horas.

martes, 29 de mayo de 2012

Me había prometido, a mi misma y al mundo, que jamás volvería a idealizar a un hombre. Nunca sale bien. Al final la decepción arrasa y tu cara de tonta persiste.
Que el hombre perfecto no existe es un hecho, tampoco es cuestión de estamparse contra un muro cada vez que un tío de ojos verdes te sonríe.
Terminas desengañándote y prometiéndote  que no lo volverás a hacer, como cuando los sábados de resaca juras que no volverás a beber. Pero nunca se cumple. Parece que vivir en un mundo de yupi aunque solo sea por un tiempo vale la pena. Creer que lo imposible existe, ¡a quién no le gusta!
Así que, nada, seguiremos inventándonos las envidiables vidas y la encantadora personalidad de hombres no más bajos de 1.85, con una barba de no menos de tres días y unos ojos tan verdes como el pistacho.
¡Ah! y si tienen un nombre que suene exótico mejor que mejor.


P.D. Vendería mi alma al diablo porque existieras, así, de la forma en que te inventé.

No hay comentarios: