Ni el peor de los días tiene más de veinticuatro horas.

sábado, 29 de enero de 2011

He puesto en tu boca palabras que nunca has pronunciado. He creado mis propias historias con tus fines de semana de fiesta desde tiempos inmemorables. He observado cada movimiento, cada acción, cada plan y me he imaginado el increíble motivo por el que te has lanzado a hacerlo. He querido creer que lo de tus ojos viene de familia. Y que tu afición por el baloncesto sería fruto de alguna memorable anécdota de tu infancia. He supuesto que la pulsera que llevas en tu muñeca izquierda conlleva una larga historia de amistad a distancia. Y por la forma en que caminas y en que sonríes imagino que eres un chico divertido, optimista y que siempre tiene algo fantástico y envidiable que hacer. Supongo que le caes bien a todo el mundo y que tienes amigos en todas partes. Y me parece evidente que te encantan los niños. Por las pocas veces que me he cruzado contigo creo que has sido un novio ejemplar y que siempre tienes los pies en el suelo. También te he puesto la etiqueta de coherente pero ambicioso, divertido pero sereno, cariñoso pero sin llegar a cansar. En definitiva creo que eres el chico ideal, el deseado por cualquiera. 
Pero a pesar de todo tengo miedo. Tengo miedo de que te acerques y todas estas suposiciones sean polvo. Que todo el tiempo que utilicé imaginando tus manías se convierta en decepción. Que no seas ese chico. Por que al fin y al cabo tu eres el escaparate pero todo lo demás es fruto de mi imaginación.

No hay comentarios: